jueves, 22 de marzo de 2012

FORMATOS: De Buena Ley y otros teatros judiciales

La televisión de entretenimiento tiene mucho de mentira. Los vistosos platós esconden en sus traseras un entramado de cables, tablas y ladrillo industrial. Los tiros de cámara buscan una profundidad que haga pensar al espectador que el espacio en el que se desarrolla el programa es mucho más amplio que el real. Y los contenidos, en muchas ocasiones, tampoco escapan a esta mentira.
Los ciudadanos que acuden al programa De Buena Ley para resolver un conflicto, en realidad son una mentira televisiva más. Se trata de actores que interpretan los papeles de demandante y demandado.
Cuando empezó el programa en 2009, la cadena admitió este hecho, y lo justificaba apelando al pragmatismo, por lo complicado que le resulta a algunas personas ponerse delante de una cámara y transmitir con claridad su caso. Una cartera de actores que se nutre de los castings que se realizan periódicamente.
Deontológicamente no habría ningún problema si en pantalla, durante la emisión, se advirtiese a los espectadores de que los casos, el juez y sus decisiones son reales, pero el resto son actores que ponen en escena cada caso. Algo que no se hace.
Pero los litigantes no son los únicos que interpretan. El público también está seleccionado y convenientemente aleccionado sobre qué argumentos hay y defender y cómo hacerlo.
La estructura del programa se basa en una primera parte en la que demandante y demandado escenifican un cara a cara delante del juez. Posteriormente, el letrado se retira y toman la palabra los "ciudadanos". El tercer y último bloque se centra en el veredicto del juez.
En las intervenciones del público se busca el "conflicto" para avivar el debate. Posturas diametralmente opuestas, opiniones excesivas, y una forma de exponerlos agresiva. Los argumentos acostumbran a ser una sucesión de tópicos manidos, un discurso populachero que llegue con facilidad al grueso de la audiencia que comparte ese imaginario colectivo.
Cada personaje del público representa un perfil marcado hasta la desmesura: el machista es muy machista, el gay muy gay, el conservador muy conservador, y el progre muy progre.
En su última etapa, De Buena Ley ha incluido entre sus opinares a colaborador que trabajan en diferentes programas del canal. En la habitual estrategia de Telecinco de retroalimentar sus programas con contenidos y colaboradores propios.
Actualmente, De Buena Ley es la pieza clave en el acceso al segundo prime time de Telecinco, y le prepara el terrero al informativo de las 15 h.

Primeros Juicios en pantalla

El programa decano de esta temática en España fue Tribunal Popular, programa de TVE en los que los abogados Javier Nart y Ricardo Fernández Deu ejercían de fiscal y abogado defensor respectivamente. En este formato se trataban temas de actualidad y cada uno de ellos exponía sus argumentos a favor y en contra. Años más tarde y sin demasiado éxito, Nart y Fernández Deu retomaron este mismo programa con nuevo nombre, Audiencia Pública, y en otro canal, Antena 3.

Pero De Buena Ley tiene su antecedente más directo en cuanto a contenidos y estructura en Veredicto, un espacio emitido también por Telecinco y que fue el inicio de la popularidad televisiva de la presentadora Ana Rosa Quintana. Con la misma mecánica (cara a cara, opinión del público y decisión final vinculante), en el programa de 1994 los litigantes sí que eran los verdaderos implicados en cada caso.
A través de unos formatos u otros, los juicios han contado con épocas de gran aceptación por parte del público y lograron contar con una amplia presencia en pantalla: los espectadores de Telemadrid podían ver En Tela de Juicio, un espacio presentado por Luis del Val que se basaba en la emisión de audiencias públicas reales.
Esta temática llegó a contar incluso con un canal propio, Tribunal TV, en plataformas de televisión digital.

En definitiva, una temática, la jurídica, al servicio del entretenimiento televisivo y en la que el espectador tiene que hacer el esfuerzo de discernir entre lo real y la ficción.

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